15 nunca apartes tu misericordia de mi casa. Y cuando Yahveh haya
exterminado a los enemigos de David de la faz de la tierra,
16 que no sea exterminado Jonatán con la casa de Saúl; de lo
contrario, que Yahveh pida cuentas a David.»
17 Juró de nuevo Jonatán a David por el amor que le tenía, pues le
amaba como a sí mismo.
18 Jonatán le dijo: «Mañana es novilunio y se notará tu ausencia,
porque mirarán tu asiento.
19 Pasado mañana se notará más; tú irás al sitio en que te escondiste el
día del suceso aquel, y te pones junto a la loma que tú sabes.
20 Ese mismo día iré a lanzar flechas por esa parte, como para tirar al
blanco.
21 Mandaré al muchacho: “Anda, busca la flecha.” Si digo al
muchacho: “La flecha está más acá de ti, tómala,” vienes, porque todo va
bien para ti y no hay nada, por Yahveh.
22 Pero si digo al muchacho: “La flecha está más allá de ti,” vete,
porque Yahveh quiere que te vayas.
23 Cuanto a la palabra que tú y yo tenemos hablada, mira, Yahveh
está entre los dos para siempre.»
24 David se escondió en el campo. Llegado el novilunio, el rey se
puso a la mesa para comer.
25 Se sentó el rey en su asiento, como de costumbre, en el asiento de
la pared; Jonatán se sentó enfrente y Abner al lado de Saúl; el asiento de
David quedó vacío.
26 Saúl no dijo nada aquel día, porque pensó: «Será un accidente, no
estará puro por no haberse purificado.»
27 Al día siguiente del novilunio, el segundo día, se fijaron en el
asiento de David, y Saúl dijo a su hijo Jonatán: ¿Por qué no ha
venido a
comer ni ayer ni hoy el hijo de Jesé?»